Envidia, ¿porqué yo no?


"Si los perros ladran, vamos por buen camino˝
Don Quijote de la Mancha


Érase una vez (es decir hoy) que en un lugar no muy lejano vivían en un palacio hermoso dos hermanas: la mayor se llamaba ENVIDIA, quién era una niña muy hermosa y Linda, la hermana pequeña.

Un día, cuando ambas jugaban en el jardín del palacio, de repente apareció un hada madrina la cual se dirigió a Envidia, le dio un beso lleno de ternura en la mejilla y le dijo: 

“Querida Envidia, te vengo a cumplir un deseo. Pídeme lo que quieras. Lo que siempre hayas anhelado. Pídeme tu sueño más preciado. Pídeme lo que quieras”. 

En ese momento, la hermanita pequeña de Envidia, Linda, al escuchar lo que el hada le dijo a su hermana, se quedó atónita y tocando con sus manitas el vestido mágico y deslumbrante del hada, la jaló hacia ella y le preguntó: 

“¿Y querida hada a mí no me vas a conceder ningún deseo?” 

A lo cual el hada le contestó: “No te preocupes Linda, a ti te voy a dar lo doble de lo que pida tu hermana.” 

Envidia furiosa por lo acontecido le reclamó con energía y un coraje indescriptible al hada: 

“¡¿Hada pero por qué le vas a dar a mi hermanita lo DOBLE de lo que yo pida?! ¡Eso es injusto! ¿Por qué a ella lo doble que a mí? 

El hada con un tono suave y explicativo le contestó a Envidia: 

“Niña hermosa, no tienes nada por que preocuparte, a ti te voy a dar TODO lo que me pidas. Todo, todo lo que QUIERAS. Todo, todo…” 

“¡Pero hada, no es justo, ¿por qué a Linda lo doble?!” 

El hada volvió a reiterarle a Envidia: 

“Pero Envidia a ti te voy a dar lo que quieras, lo que tú quieras. TODO lo que me pidas. No te preocupes por tu hermana, porque tú vas a tener todo. Todo lo que me pidas”. 

Envidia seguía molesta, de hecho tenía una cara gestual entre odio e impotencia y llena de resentimiento. Envidia finalmente le preguntó al hada: 

“¿Hada, entonces seguro le vas a dar a mi hermana lo DOBLE de lo que yo te pida?” 

El hada le contestó: 

“Sí, ésa es mi palabra.” 

Envidia refutó: 

“Si a mi hermana le vas a dar lo doble de lo que me vayas a dar, entonces, se lo que quiero: te pido que me saques un ojo.” 

Lo más revelador de la historia que acabamos de relatar entre las dos hermanas (inspirada en un anecdotario de Víctor Hugo), es que la envidia en su parte reptiliana no tiene nada que ver con lo que uno posee sino con lo que uno es en relación con el semejante.

En el cuento Envidia no quería tener “lo que sea” lo que quería era estar por encima –y no por debajo de su hermana Linda. 

El cerebro reptiliano tiene por naturaleza ser ambicioso. Su código lo predispone a replicarse, crecer, es difícil ser ambicioso sin ser envidioso. 

La envidia comienza con el deseo. “Nunca he conocido Ia vida sin deseo,” comenta Zeno, el héroe de la novela Las Confesiones de Zeno de Italo Svevo, y yo tampoco. Nosotros podríamos agregar que la envidia no sólo converge con el deseo, sino con los sueños, con las fantasías que imaginamos despiertos. Una de las principales fantasías que nos atrapan constantemente es de las cosas que no tenemos, no podemos tener y no deberíamos. Éstas son generalmente las cosas que otros tienen.

A cuantos no ha pasado que entramos a una casa espectacular y no podemos evitar en pensar poseerla. Nos imaginamos en ella en el mejor de los escenarios. Observar a una hermosa mujer y fantasear si sería más feliz a nuestro lado que con aquél rival -desconocido. 

Si observamos que nuestros iguales viven exactamente como nosotros, entonces nuestra condición reptiliana se va a encontrar en una calma relativa –entonces nuestra condición parecerá normal-. Sin embargo, si tenemos un hogar agradable, un buen matrimonio, un trabajo adecuado pero nos enteramos en una reunión escolar que algunos de nuestros viejos amigos (no hay mejor grupo de referencia que ellos) viven en zonas mejor cotizadas, tienen ingresos muy superiores a los nuestros y viajan mucho más que nosotros, estamos propensos a sentirnos desafortunados de regreso a casa. 

Para la persona envidiosa surge la pregunta ¿Por qué yo no? ¿Por qué debe ser más bella esa mujer que yo? ¿Por qué es más poderoso y rico ese hombre que yo? ¿Por qué ellos tienen abundancia de talentos y dones naturales no disponibles para mí? ¿Por qué me quedé fuera? ¿Por qué yo no? 

No obstante, podemos transformar la misma pregunta en una afirmación “si él lo logró yo también puedo hacerlo.” Una sociedad donde esta actitud es compartida por la mayoría fomenta la movilidad social, la competencia, la libertad y la prosperidad. 

¿Es la envidia un “sentimiento”, una “emoción”, un “pecado”, un “instinto”, una “disposición temperamental” o una “visión del mundo”? Podría ser una prueba Rorschach: dime lo que envidias y revelará bastante de ti mismo. Puede ser todas estas cosas y más. Nadie puede dudar que es una cosmovisión cultural. 

La envidia es natura humana, cómo dirigirla es responsabilidad de cada individuo y de cada sociedad. Un final alternativo para el cuento sería “hada te pido que mi hermana sea feliz”.

Impreso en la sección Opinión y Análisis
El Universal, Julio 11, 2009

Texto tomado del Blog del Dr. Andrés Roemer, dirección: 



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